Un encuentro entre el personaje y el actor, mostrada en este documental dirigido por Chris Smith lanzado en Netflix
Sab 16 diciembre, 2017 - Diego Montanari
Un pequeño Jim Carrey reía junto a su padre, el hombre más gracioso de la familia, haciendo muecas y buscando un sentido positivo a esta vida. Desde niño, siendo comediante hogareño, Jim se encontraba en la búsqueda de lo que querría ser en su vida.
No era un chico muy asertivo para ver lo que le importaba a la gente, siendo ese mismo cuestionamiento la respuesta a su incógnita: Despreocuparse para que nadie se sintiera preocupado. Es aquí donde nacen rutinas llenas de imitaciones celebres, gestos corporales muy marcados y su dominio facial icónico.
Para el año 1999, y con ganancias que lo posicionaban como el actor mejor pagado del mundo, Jim Carrey encarnaba de manera tenebrosa como brillante al peculiar y famoso comediante Andy Kaufman, precursor del anti-humor y principal inspiración de él. Su obsesión por querer vivir todo de la misma manera que su personaje lo mantuvo concentrado y metido en papel durante toda la filmación de la bio-pic, y hasta ese momento no había registro liberado sobre el proceso metódico de su actuación, hasta ahora.
En medio de sus existenciales entrevistas en la prensa, y sus cuestionamientos de la vida, Carrey decide pararse frente a la cámara de Chris Smith. Para revelar de cierta forma como cada película que protagonizó desde La Máscara hasta Truman Show, fueron aciertos de su etapa emocional más que instancias de su incontrolable talento. En The Great Beyond, el relato que esté hace le da peso a todo el contenido documental que se va exhibiendo en el transcurso, en donde él también suelta más de una anécdota en sobre cómo percibió su fama en Hollywood, y de como la actuación en un punto lo envuelve en las inseguridades y grandeza de sus dotes humorísticos.
En el proceso de narración que él ejerce, se enriquece con curiosidades y percepciones de su carrera y pares, en relación a como sus compañeros reaccionaban y actuaban frente a su exagerada pero necesaria performance en el set de grabación, en la que destaca una pelea en la que provocó al luchador profesional Jerry Lawler, cuando intentaban recrear una escena icónica de la carrera de Andy, la cual terminó con el actor herido. Más allá de la personalidad de Andy, se sumergía igualmente en el alter-ego de Tony Clifton, personaje que resaltaba por su ridícula imagen de fiestero y hombre de gafas oscuras.
Este pedazo de vida que Jim permitió compartir, es una muestra de genialidad y fragilidad, con tintes sentimentales como autocríticos. Una lucidez flexible utilizada para explayar con caracterización y humanidad, las mil caras que Carrey ha tenido que representar, y de cómo al final solo queda él mismo como una realidad y un ciclo vicioso.
Es hermoso como triste, tan fantasioso como crudo. Muy único como también normal.
Pablo Rebolledo Bañados
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