Mucho antes de que se empezara a dudar de las razones por las que Estados Unidos había lanzado dos bombas atómicas a Japón la mañana del 6 de Agosto de 1945, John Hersey fue de los pocos periodistas que informaron en terreno de los efectos devastadores de las explosiones, no solo a la infraestructura, sino a las personas que vivieron el horror en Hiroshima.
En un principio este libro fue publicado en 1953 como un artículo que ocupó la totalidad de la edición del 31 de Agosto de 1945 de la revista New Yorker, acercó la tragedia humana al lector norteamericano, sin omitir detalle alguno de lo que realmente sucedió ese día.
Luego de este hecho, se afirmó que el bombardeo no se justificaba debido a que en ese momento Japón ya estaba derrotado. Esto se corroboró con unos documentos desclasificados por Estados Unidos en 1978, en donde se dio conocer una carta en donde el Emperador de Japón declaraba su rendición. Lo que supuso que los norteamericanos utilizaron las bombas atómicas para amedrentar a los soviéticos.
Más allá de lo que se busco con este salvaje acto, Hersey centró su texto principalmente en las personas que vivieron las explosiones como la obrera Tashiko Sasaki, el doctor Masakasu Fujj, la viuda Hatsuyo Nakama, el sacerdote alemán Willheim Kleinsorge, el doctor Terufumi Sasaki y el reverendo Tamimoto.
De acuerdo a estas personas entrevistadas por Hersey, al momento de la explosión una luz los cegó por completo, después el cielo se oscureció por el humo, empezó a caer la lluvia negra llena de material radioactivo, la gente lloraba entre medio de los escombros y la que se salvaba sangraba o se le caían pedazos de su piel.La ayuda militar llegaba por un río que pasaba por el parque Asano, describió Hersey como si hubiera presenciado ese dramático momento. El Hospital de la Cruz Roja estaba colapsado de gente y todos pensaban que habían lanzado una bomba incendiaria sobre la ciudad, ignorando que se trataba de una bomba atómica.
Después de empezar la reconstrucción, una investigación más acuciosa afirmó que la bomba de Uranio que explotó, lanzó una mezcla de rayos beta y gama, que en esa concentración alteraba las células de las personas. Esto se conoce como radio toxemia, cuyos síntomas iban desde vómitos, nauseas, fiebre, hasta una baja en el conteo de células blancas y esterilidad.
Otro de los efectos negativos de la explosión, es que se empezó a discriminar a las personas afectadas por la bomba llamándolas como hibakusha, que significaba enfermo por la bomba, a los que se les negaban trabajos debido a su necesidad de descanso como parte de a los efectos debilitadores producidos por la bomba, a los que Hershey describe en extenso con gran presición. El gobierno japonés dejo a su suerte a estas personas, y recién en 1957 se promulgo la Ley de Cuidados Médicos para las Víctimas de la Bomba Atómica.
Si bien los hibakusha con el tiempo recibirían las ayudad que necesitaban del estado nipón y de algunas instituciones internacionales, las grandes potencias mundiales seguirían haciendo pruebas atómicas durante las próximas cuatro décadas, lo haría el Reino Unido en 1952, la URSS en 1953, China en 1964 e India en 1974.
Han pasado 70 años desde la explosión de una bomba arrojada desde el avión Enola Gay, la cual mataría casi de forma instantánea a más de 100 mil personas en la ciudad japonesa de Hiroshima, que era uno de los blancos que no había sido atacado por Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Pareciendo que el mundo no ha aprendido, y que cada día se acerca más a un enfrentamiento militar de gran envergadura.
Hiroshima
John Hersey
Editorial Debate
2015