Hablar del legado que Kendrick Lamar ha dejado en la historia del rap tomaría demasiadas horas de análisis sobre sus letras, la creación de nuevos sonidos en el género y las alabanzas a su sólida discografía. Todo lo que el originario de Compton ha logrado en tan poco tiempo es admirable, proponiendo su sello por una metamorfosis importante, donde ha abierto su mente musical para cambiar siempre.
Desde “To Pimp a Butterfly” (2015) demostró ser un referente de enorme peso en términos creativos y líricos, logrando un potente homenaje a la cultura de la música negra con su mezcla de jazz/funk/experimental. Con “DAMN” (2016) reforzó su odio a los medios, donde en muchos noticieros culparon a su música de ser un peligro para la juventud, esta vez tomando el r&B y el hip-hop como uno de los componentes notables de este disco.
Después de una espera de 5 años- donde incluso paso a tocar en nuestro país siendo headliner de Lollapalooza- es que por fin tenemos otra obra importante de su discografía.
“Mr. Morale & The Big Steppers” es el disco conceptual doble que Kendrick utiliza para crear una obra de teatro realista con las vivencias emocionales más personales de su carrera. Vemos al rapero haciendo un trabajo de inmersión para encontrarse con sus traumas, ansiedades, enojos, penas, caídas, subidas y su presente cansado de tanta información expuesta en esta sociedad inmediata.
Estamos ante una producción que busca encontrar una cruza entre la actuación metódica y el rap dentro de una obra musical. De alguna manera, su discurso de resentimiento e interpretación complementa excelentemente las emociones que Lamar vomita con mucha angustia y nostalgia en estas canciones.
Disco 1: The Big Steppers
“United Grief” ingresa con un coro de iglesia que está deseando la paz mental- como si el trabajo detrás de una vida agitada tuviese un resultado inmediato cuando repites algo mucho tiempo- esto es inmediatamente quebrado porque en una ametralladora intensa de palabras y quejas, Kendrick comienza a explicar que necesita terapia.
Las transiciones de esta canción logran representar muy bien cómo se siente un ataque de pánico y de cansancio rutinario, tenemos a Lamar describiendo su vida de manera exaltada y arrebatada, donde los problemas escondidos de su mente y su corazón salen a flote. De repente, unos sintetizadores crean una sensación de nuevo plano, acercándonos a un lugar desconocido.
El encierro es referido como un cáncer en nuestras relaciones humanas cuando en “N95” se conversa respecto a la actual situación del mundo. De cómo los medios se han convertido en un tipo de religión que solo favorece a los poderosos, y también una retrospectiva de como todas las riquezas que Kendrick formó con la fama lo enfermaron, dándose cuenta que esas mismas son las que matan el pensamiento crítico de las personas.
“Worldwide Steppers” es una neurona azotándose contra la pared esperando algo de tranquilidad, el bajo ahoga la cabeza con sus pensamientos, creando una sensación agotante y atrapante, una actividad cerebral que se ensucia en sus líneas. Desafiante, con relatos relacionados a los desmanes que se pueden presenciar cuando el status comienza a convertirse en una costumbre, relacionando a la riqueza con la decadencia humana.
La psicología dice estar muerta en su premisa, que ya nada te sacia o entrega una salud mental estable, es directamente una crítica al cómo se omiten estas problemáticas en nuestro día a día, dicha desde alguien corrompido en ese sentido. Una pelea interna entre mantenerse real con todo lo que se ha logrado, y los momentos oscuros que lo han presenciado.
Como un puntazo enorme de esta sección, tenemos una de las canciones más exquisitas y pop del disco. La joyita r&b que es “Die Hard” permite dejar flotar la mente con su producción onírica y pop, donde toda su ambientación crea una sensación de crecimiento, cuestionándose como se podrá rearmar lo roto de su alma y su cabeza.
El coro de Amanda Reiffer es un cariño bien dado al oído, que con su dulce voz hacen una formula imbatible en producción y estructura.
“Father Time” es confusamente melancólica y nostálgica, toda la producción logra crear una fábula sufrida y densa, teniendo su belleza experimental con efectos en reversa que suenan cirquenses. Todo lo que está siendo tocado acá llora una pena, va directo a la infancia dura donde los problemas ocasionados por la falta de un padre en una familia formaron a personas rotas.
Es desgarradora a su manera, tiene un relato lacrimógeno de una temática complicada, donde Lamar exclama que tanta es la diferencia cuando se tiene “un corazón de piedra, cuando tu mente es de oro y tu lengua de espada, si eso debilita tu alma”. Es sencillamente una canción que deja un sabor agridulce, es el presente sintiéndose duro mientras se vuelve a memorias duras que marcaron un antes y un después.
“Rich (Interlude) y “Rich Spirit” comienzan a dar veredicto a un discurso que habla de cómo lo que uno muestra por afuera representa realmente si alguien es buena persona según los demás. En este caso es un testamento donde se prioriza la humildad o los valores como algo de lo que no se debería separar cuando vas creando tu camino. Que las acciones reales usualmente no están frente a las cámaras, sino que cuando las cosas ocurren genuinamente.
Nuevamente escuchamos un coro góspel hermoso, donde se replica que hay que “mantenerse unidos en tiempos duros”. Lo que parece ser algo hermoso, se detona rápidamente con una tecla de piano disonante, donde se le da play a uno de los tracks más violentos verbalmente.
“We Cry Together” no descansa nunca, la dupla de Lamar con Taylor Paige te pone los pelos de punta, quiere alejarte con una pelea incomoda que se queja de los movimientos sociales, la percepción de los medios, el patriarcado y las consecuencias de lo que una relación tóxica trae.
Acá, la gran protagonista es Taylor, su actuación rapeada es desoladora, sientes el cansancio, miedo y rabia de una mujer que ha sido maltratada emocionalmente por su pareja. Lamar es un antagonista descontrolado, en ningún momento asume sus culpas, solo busca excusas que a la larga se vuelven absurdas, contrastando el cómo la desigualdad de género enferma la mente de todes. La instrumental simplemente demuestra lo quebrado y enfermo que está todo en esa relación, algo que después va calmándose y convirtiéndose en un encuentro de intimidad, donde nuevamente la pareja se desea sexualmente.
Es una canción que retrata de manera creativa y angustiante la toxicidad entre una pareja.
“Purple Hearts” quiere mandar todo a la mierda y simplemente relajarse, explicando como a uno/a/e le gusta escuchar las cosas cuando se está drogado/a/e, pero que todos deberían callarse cuando el amor habla. Crea una dinámica genial cuando Kendrick llega a un punto que solamente quiere relajarse y olvidarse de todo, donde la colaboración de peso de Ghostface Killah de Wu-Tang Clan concluyen este primer capítulo del álbum.
Disco 2: Mr. Morale
Lo que fue una muestra de sus problemas más crudos respecto a lo que su fama ha contrastado con el materialismo y la desconfianza, ahora se convierte en una mirada retrospectiva sobre su infancia. El primer disco hace énfasis en el grito de ayuda de Lamar, donde destina su inspiración a escupir y deslenguar su mente saturada, ahora queriendo llegar con más profundidad y serenidad a identificar sus problemas de manera terapéutica.
Como eje narrativo reiterativo de lo que se ha escuchado, la misma melodía gospel de la introducción del disco anterior canta una letra distinta. Acá habla la incertidumbre desde una faceta reflexiva, donde conversan el pasado, las personas, tu entorno y el porqué de lo que construyó al rapero.
Es como si el descontrol y rabia de la primera parte comienza a tener una respuesta o un background del cual busca identificar que formó la parte quebrada explicada en las primeras canciones del álbum. Kendrick vuelve a su espiritualidad interpretativa y comienza a ser consciente de su alrededor. Estamos ante la llegada del Señor Moral (Mr. Morale).
“Count Me Out” juzga desde su visión empírica, y se aleja de la dura composición de los Grandes Escaladores (The Big Steppers), reflejando el viaje interno a través de ideas aterrizadoras del ego, convincentes y sabias, cuando incluso las letras caen en su inconsecuencia.
Tenemos esa parte final donde Lamar comienza a llorar y arrepentirse de sus acciones pasadas, pero de repente endureciéndose para adentrarse en la densidad tonal de “Crown”, donde el autor nombra cosas o momentos que para él definen al amor.
La modalidad vocal de Kendrick acá toma un rasgo cansado, el piano que suena de fondo prioriza el minimalismo y representa lo cíclico, que cuando logra responder, cambia. Es ahí mismo que al momento del coro, las notas logran romper con ese alargue, explayando que convencer o agradarle a todo el mundo es imposible, diciendo directamente que no se arrepiente de todo lo expuesto o hecho en su carrera, esto más en su estatus de GOAT otorgado por sus fanátiques.
Dejando de lado la faceta onírica y espiritual, “Silent Hill” viene a demostrar el dominio trap del críado en Compton, con una canción que devuelve el relajo de su obra, con una canción pegajosa y chill. Con guiños de lo-fi en sus pistas, jugando con cuerdas al lado izquierdo del audífono, mientras el flow endulza con su limpieza y melodía, igualmente cuida de detalles que convierten esta canción en una experiencia dinámica.
“Savior – Interlude” y “Savior” explayan la formación identitaria relacionada a las cosas malas que te ocurrieron en la infancia. Este track toma una forma tensa y teatral, es ahí donde los pasos de tap- recurso usado durante todo el disco- crean la transición de algo profundo a una composición experimental y directa. También describe el tema del logro como algo que a todes debería importarle, pero que termina convirtiéndose en una obsesión idealizada que no llena nada.
“Auntie Diaries” va sumergiéndose en una sensación burbujeante, con teclados oníricos y relatando la historia de su tío con muchos detalles. Es como si la memoria bajo la tranquilidad permitiese que estos recuerdos bloqueados encontrasen una línea de tiempo para ser revelada, creando una sensación de flote, pero con mucho que desempolvar algo milagroso del pasado. Lo interesante de esta canción es que hace alusión al tema de la apropiación o del moralismo como estilo de vida, apuntando al bochornoso incidente que ocurrió alguna vez con una fanática blanca que subió al escenario de un show de Kendrick, cantando la palabra con N sin tapujos.
“Mr. Morale” se percibe poderosa y con ciertos timbres épicos, tiene un enfoque mucho más progresivo de sus elementos, creando esta sensación de trance. También es la canción del protagonista principal de esta historia, la moral, donde acá la música va tomando un rasgo psicótico a ratos, duro y con bajos potentes.
Acá aparece una de las canciones más sensibles del disco, con una colaboración de ensueño al tener a la sublime vocalista de Portishead, Beth Gibbons, haciendo una entrega bellísima con su siempre sufrido timbre. En “Mother I Sober”, Kendrick encuentra una conclusión, su voz atraviesa tranquilamente frente a estos episodios que ha vivido y afectado, mientras el piano- sereno y sentido- acompaña este itinerario del pasado con el cual siente remordimiento.
Esta es la encrucijada hacía la transformación, donde claramente encuentra una manera de querer arreglar lo que su entorno, contexto social y cercanos han influido en sus decisiones, proezas y caídas. Incluso una voz tierna de un niño comienza agradecerle a Mr. Morale por la lección dada, donde desde luego todo elemento interiorizado da la entrada a “Mirror”, una canción pop para finalizar, con rasgos muy marcados del r&b experimental, con violines entregando una sensación satisfactoria.
Estamos ante el disco más honesto que Kendrick Lamar ha lanzado, sin dejar de lado temáticas como el orgullo, la fama y la humildad, siempre encontrando una manera de innovar en la explicación de estas sensaciones complejas. El uso de las contradicciones de conceptos es un método que Lamar ha perfeccionado- y sigue perfeccionando- en este nuevo trabajo, dejando que la interpretación libre de sus escritos pueda tener mucho más trasfondo en su lectura.
Los recursos narrativos funcionan de manera perfecta, incluso son interpelados en las mismas canciones, esto en alusión a como el coro góspel, los pasos de tap y las frases del guía espiritual alemán, Eckhart Tolle, van alineando la complejidad de lo que abruma en las letras. De alguna manera esta búsqueda entre los problemas reales y la mirada más espiritual va creando dos caras del mismo personaje, en este caso esta obra es una cosa personal y que cuenta con un trabajo de la producción y sampleo que nos sumerge en esta batalla interna.
Otro disco solido para una discografía que nunca ha dado un paso en falso, y que cuando ha podido causar sorpresa con su anuncio, nunca defrauda. Kendrick Lamar es un devoto de su arte, le debe todo a él, y hasta ahora ha dejado claro que es lo que más cuida, y si en ese crecimiento tiene que verse enfrentado a sus peores demonios, pues este disco es un claro exorcizo de estos mismos.
La crudeza y sinceridad de “Mr. Morale & The Big Steppers” será un tema del cual analizar durante el año, de también poder ser personas que podamos adentrarnos a nuestros peores miedos y traumas, y darnos cuenta de esto antes de que sea tarde. Si bien esto es un drama con todos sus matices posibles, es más un reflejo de la realidad rota que encuentra su musicalización en la desesperanza y en el crecimiento.
Por Pablo Rebolledo Bañados