Dirigida por Vince Gilligan
Lun 14 octubre, 2019 - Diego Montanari
El mundo quedó patas arriba cuando Vince Gilligan con Netflix anunciaron lo que sería un evento grande en lo que respecta a una de las mejores series de todos los tiempos. Exacto, Breaking Bad. La historia de Walter White, experto de química que fue traicionado por sus compañeros, el cual estuvo obligado a ser un profesor en una escuela en donde no era muy bien tratado, y que contrajo un cáncer terminal en el peor momento de su vida. Todo esto, para darle desarrollo a uno de los personajes más emblemáticos de la historia de la televisión, al convertirse en el temido y crack de la droga, Heisenberg. Y después de hartos años desde ese final que dejó todo listo y definido, pues la fuga del compañero eterno, Jesse Pinkman, joven y crédulo- el personaje que más sufrió las consecuencias- daba indicios de un final abierto, que otorgaba el poder de la duda para darle más sentido e interpretación.
Entonces el tener enfrente la venida de una película, lanzado de manera estratégica por las plataformas de streaming de Netflix, y contando que sería la continuación de Jesse Pinkman dentro de lo que ocurrió dentro de la serie después de 6 años de su estreno, el cual obtuvo más el record de tener más de 10 millones de espectadores, pues se volvía algo interesante, pero a la vez arriesgado. Y la verdad de las cosas, es que más que ser arriesgado, es cómodo, cumple con la intención de cerrar un ciclo, que, para una mayoría de fanáticos de la serie, era una exigencia: saber el paradero que el personaje interpretado por Aaron Paul logró después de escapar a tal matanza en contra de los nazis. Es una repasada a ciertos lugares, paisajes y frases que dejaron una memoria en la consciencia de Pinkman, con cameos que logran traer a la vida la nostalgia que nos ocasiona esta serie desde su estreno.
Ahondar en si de verdad esto es una obra maestra o una etapa que sella un nuevo paradigma en la serie es erróneo. Y a pesar que el paso de los años ha afectado claramente, pues al menos en dirección y fotografía no decepciona para nada, tampoco ofrece algo más vanguardista o interpretativo con sus capítulos, pero no se percibe una frescura o ruptura. Pinkman busca su camino a la satisfacción, al empezar de nuevo, y para eso tuvo que pasar por los mismos infiernos por los cuales sufrió una temporada entera. Claramente acá se divisa una cuestión importante, el si esto es un trabajo original o simple regalo para las personas que vieron la serie, y se volvieron religiosos de esta. Claramente, en la segunda idea, esta cobra más sentida, y no deja de ceder su amor por el personaje que muchos tomaron como referente cultural del sufrimiento y de la eterna inocencia cuando de asumir roles mortales se refería.
Tómalo o déjalo, el resultado no afectará, pero si entre una idea alargada con reencuentros y situaciones confusas prefieres un final redondo y sin gajos, pues el final definitivo de la serie del 2013 seguirá siendo satisfactorio. Pero El Camino lejos de sorprender, cierra un ciclo, uno que la verdad no era necesario cerrar, pero que en la inquietud de su director de darle un final ese arco, saco provecho, y nos dio un lindo homenaje a su historia, pero también una no tan necesaria historia para los espectadores.
Por Pablo Rebolledo Bañados
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