Mindhunter Temporada 2: “No hay peor asesino que la cotidianidad”

Una de las series sensación de Netflix vuelve con un golpe de realidad fuerte y analítico.

Jue 29 agosto, 2019 - Diego Montanari
Etiquetas: David Fincher Mindhunter Netflix Pablo Rebolledo Bañados

 

 

Comienzan los primeros capítulos de la segunda temporada de la exitosa serie dirigida por el oscuro- y siempre turbio- David Fincher, en donde al trio de Holden, Bill y Wendy – después de varias observaciones negativas e impulsivas – se les da finalmente el apoyo total con su revolucionario método de entrevistas y patrones con los asesinos seriales más peligrosos de su década. Se pensó que ya todo sería más fluido, y que las metas se cumplirían con mayor frecuencia, pero algo que los protagonistas no tenían pensado era que esos asesinos que entrevistan, no solamente resultan literales lo que son, sino que poco a poco, algo que va sepultando sus motivaciones y metas, que va más allá de eso.

Más recursos llegan para las investigaciones, pero la vida escondida del prejuicio que Wendy lleva por ser lesbiana en una época de gran discriminación la tiene más insegura y dolida que nunca, no  basta con encontrar gente “iluminada y confiada” para caer ante el romance y la lujuria, sino de directamente desconfiar de alguien que no se cree a sí mismo, en una sociedad cerrada y prejuiciosa. Nuevas oportunidades, una entrevista exclusiva y peculiar con Charles Manson, la mente penetrante y perturbadora de los asesinatos de Sharon Tate y el culto de la Familia, no serán suficientes para que lo concreto y obvio, lleven al estrés y enojo a Holden, en una Atlanta azotada por el miedo y la muerte de 29 niños afroamericanos, en tiempos turbios de brutalidad policiaca y montones de violaciones por racismo. Alabanzas y reconocimientos, montones historias que contar en reuniones de alto rango y en asados familiares también,  Bill tiene un status que le permite ser alguien solicitado y aplicado, pero cuando de los asesinos más feroces y asquerosos se refiere, una apuñalada de la vida le deja una marca imborrable, su único hijo, al cual criaron y trataron de potenciar sus habilidades sociales, se ve envuelto en un crimen juvenil fatal y trágico, más macabro de lo normal.

 

 

Son las tomas a oscuras, ese toque de elegancia noir sello de un Fincher más que experimentado con las temáticas basadas en hechos reales, y sus tramas de crímenes ficticios, que fácilmente se pueden llevar a la vida real. Son esos desenfoques que te hacen fijar en detalles-tal vez- innecesarios, pero que detrás esconden ese mismo trabajo psicológico que los mismos protagonistas trabajan en sus perfiles. También es esa oportunidad de ser “justicieros” cuando un enloquecido Manson se vuelve un profeta demente que juega con la mente de los más inteligentes agentes de esta división, y del como también las acciones no tienen vuelta atrás, sin nada más que hacer.

Mindhunter en su segunda etapa nos deja clara una cosa ya sabida, detrás de cada asesino hay una historia y una causa, de alguna manera u otra, el puzle se puede armar con tal de obtener un acercamiento al motivo que conllevó que algunos de estos personajes que existieron- las más fieles representaciones de casting y look en una producción de este tipo- no se llegan a comparar a la locura que los detectives mismos pueden llegar a sentir, cuando en una sociedad llena de problemas, un hogar sin esperanza, y una relación oculta, los puede llegar a contagiar a ellos mismos. Después de todo, si en un lugar empiezan a ver grietas, pues la vida misma puede terminar siendo ese factor determinante para ser el perfecto asesino.

Por Pablo Rebolledo Bañados

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