Nominada al Oscar
Mar 28 enero, 2020 - Diego Montanari
La palabra metáfora es constantemente dicha por uno de los protagonistas durante la proyección de la película Parasite, obra del cine que cuestiona con creces la gran diferencia social y económica que trata de retratar dos caras distintas de una moneda. Su director Bong Joon-holo dejó claro en una entrevista que la crítica principal va de la mano con las percepciones que este mismo encuentra sobre la vida de las personas ricas y pobres, con una introducción que comienza como una humorada, pero que en el proceso se vuelve un destino inevitable por las injusticias que un sistema económico produce en la vida de su población.
Lo crucial, viendo en profundidad el intenso y movido año que han tenido las movilizaciones alrededor del mundo, que responde a la caída de una manera intolerante e insana de distribuir sus riquezas con el pueblo, es que acá se hace mucho chiste con el clasismo y la incredulidad de este cuando es ejercido desde arriba hacia abajo, y viceversa igualmente. Dicen que el humor negro es lo más ofensivo y denigrante, en el mismo borde, el ver a una familia buscando una señal de wi-fi gratis para hablar por Whatsapp, aprovechar el fumigado externo y además ver en directo el estupefacto acto de mirar en menos, vuelve esta historia en una que trata de hacerte reír con estas cosas cotidianas, pero realmente te pone a prueba para ver que te hace gracia frente a una gravedad humanitaria como la pobreza extrema, y los lujos exagerados de un porcentaje mínimo.
Ves como crece una obsesión y una avaricia que tormenta a una sociedad enferma por la negación de sus ideales, de planes de vida que claramente son obstaculizados por el egoísmo de grandes empresarios, y que les entrega como “recompensa” una porción miserable para sobrevivir. El contraste es agonizante e inevitable, con tomas panorámicas y estáticas, que pretenden hacer alegoría de un espacio que para muchos es necesario tener, mientras para otros es urgente llenar. El desarrollo de la historia debe ser lo más entretenido, donde puedes apreciar la deformación de este bicho tipo Kafka que solo causa caos y mayor acumulo de impotencia.
Una de las virtudes de esta producción que ahora está nominada en los Oscars a Mejor Película Extranjera, Mejor Película y Mejor Guión Original, es que, en cada una de esas aristas, incluyendo la trama, las frases indelebles y hasta las más graciosas cobran un sentido valórico, donde el espacio da para la reflexión como también para comprender el día a día de una familia que desde se formó, ha vivido de migajas. Como también la de una adinerada que ha vivido en una burbuja cómoda. Las situaciones, te sacan de quicio, entregando un corte impredecible con sus claras influencias de otros directores, creando este laberinto del cual es difícil escapar. Es un desafío constante, que te mantiene atento hasta el final.
Pondría de alguna manera-muy personal- que no tiene nada que envidiarle a una producción hollywodense, pero eso es quitarle peso a una producción que ya está dando de qué hablar alrededor del mundo en su idioma original, quebrando barreras de lenguaje que son vitales para estos tiempos de crisis. Es una trama muy completa, que promete con lo que aspira ser, el lento avance de una ciudad mundial llamada: capitalismo. Y para hablar de eso, no se necesita un idioma específico.
Por Pablo Rebolledo Bañados.
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