Rammstein
Jue 27 junio, 2019 - Diego Montanari
10 años no pueden pasar en vano. Rammstein ha otorgado giras mundiales durante este tiempo, repletando estadios y perfeccionando sus fusiles de pirotecnia en su siempre incendiaria y peculiar puesta en escena. Repasando su discografía y clásicos en todas estas presentaciones, pues la ansiedad de escuchar material nuevo de la banda se hacía una necesidad urgente, y apenas la banda subió el videoclip de “Deutchsland” cumplió con ser la polémica captadora de la atención de manera inmediata. Primero, una muestra audiovisual la cual se basó en la siempre sensible y gráfica etapa de la Segunda Guerra Mundial y el genocidio judío, esto en fotogramas crípticos que dejaban más dudas e impacto para el espectador corriente. Pero, para los fanáticos, significó el anuncio esperado de un nuevo disco, y también el retorno de la fórmula perfecta del grupo alemán: mientras más controversial el producto, mejor será la reacción.
Bastó hacer el título algo homónimo y posicionar un fosforo bruto para mostrar la insinuación más directa, ese simple pequeño objeto puede ser el inicio de un fuego sin precedentes, al igual que su pirotecnia, o también el lujo minimalista en el que cualquier conocedor de la música asuma- en su deducción- que eso representa al grupo liderado por Till Lindemann: Un fosforo a punto de explotar cuando menos lo esperes. Blanco de fondo, que pronto se ennegrecerá con la entrada de los singles “Deutschland” (mencionado al inicio) y “Radio”, ambos con la presencia imponente de los clásicos riffs metálicos e industriales con los cuales la banda ha conquistado todo el mundo a punta de solidez y pesadez. Retumban esos riffs, pero hay algo que hace presencia en-al parecer- nuevo paso de la banda, la electrónica se hace protagonista e incluso hay algo de trap bien ejecutado, y no debería sorprender teniendo las canciones de trap parodia que su vocalista lanzó previo al lanzamiento de este trabajo. Solamente, que acá se logra tomar en serio este nuevo experimento, que de manera insólita te hace bailar como si fuese un antro.
Hay un elemento de querer probar nuevos sabores musicales, algo con más energía moderna-algo que no es ajeno a la trayectoria de la banda- y de cierta manera innovar en su propio juego. Y eso resulta de sobremanera, pero con contras que se hacen presentes. Si bien temas como “Zeig Dich” y “Ausländer” son más una declaración de intentar hacer esta cruza de house-techno con su icónico metal industrial, quedan en eso. Temas que dentro de su orden sirven, pero que a ser temas clásicos o memorables no llegan a los talones de otros temas de sus trabajos anteriores. Y acá se da un juego asegurado de mostrar sus mejores temas en grandiosidad y respeto de su legado, con “Sex” se cabecea a la antigua, es un tema que tiene todo lo que sus orígenes han propuesto, densidad en sus bajos, provocación y esa sensación de estadio y cinematografía. Es un muy buen tema, tiene esa percusión que te mantiene preparado para la explosión armamentista de la cual el grupo ha lucido en sus mejores años. La oscuridad estaba pérdida en los primeros 5 tracks, pero con “Puppe” todo vuelve a ser un misterio digno de ser escuchado, a comparación de los prendidos beats urbanos y sintéticos de los primeros minutos. Acá Till juega como un cuenta cuentos tramposo, que se muestra digerible hasta que el coro, donde remata con platillos crudos y la voz del vocalista volviéndose endemoniada y sin piedad. Es el grito de un dictador malévolo, cansado y lleno de rabia, es un golpe duro a toda la armonía energizante del comienzo.
De lo que no se puede renegar acá, es que cada canción tiene una presencia de estadio notoria, todas se pueden imaginar como parte de un setlist, y es que eso permite que Rammstein ahora se esté acercando cada vez más a un mainstream del cual tal vez antes no eran parte. Claro, los alemanes son conocidos por todos los metalheads del mundo, pero tal vez acá con gran esfuerzo, logran crear su disco más digerible en términos de sonido. O sea, vas a esperar que mientras un metalero esté tratando de comprender la ausencia de sonidos pesados, al mismo tiempo que una persona totalmente alejada de un género extenso como el metal esté disfrutando y bailando con un grupo de amigos sin parar. Es un paso al alcance popular de legendarios como Depeche Mode, pero con la cruza experimenal de Kraftwerk, algo robótico y en patrón, pero que revela una nueva manera de hacer música. Al menos para los alemanes.
De acá hasta el final nos hacemos parte de un cambio notorio de sus matices, queda claro que la intimidad perversa se tomó por completo a todos sus integrantes, en una manera elocuente de captar la belleza de la melancolía con “Diamant”, acompañada de una guitarra acústica que suena pacífica y dolida, alargada por los instrumentos de orquesta clásica de fondo. Mientras que las restantes toman los recursos sintéticos para darle una vuelta a la tuerca.
La espera fue larga para una banda que ha revolucionado dentro de los canones del metal del nuevo milenio, y creo que al igual que las canciones de este disco, ellos se relajaron a su manera. Transgredir no se vuelve una obligación, se vuelve una ambición de sus fanáticos más que de ellos mismos. Su propósito es claramente el experimentar con lo faltante, las guitarras siguen un patrón rítmico, el protagonismo recae en los pianos atmosféricos de Christian Lorenz y en tratar de ser distintos dentro de la predictibilidad del álbum. Sus estructuras caen en eso intencionalmente, en un track que te entrega todo listo, pero que al final se reafirma como una herramienta de consuelo a sus oyentes más estrictos. Temas de acá serán recordados, otros simplemente serán olvidados. Sin penas ni glorias en algunos temas, y unos contados con la mano en su transcendencia, pero manteniendo su actitud de provocar. Es fácilmente un 50/50 de tratar de convencer a un público nuevo, y la otra mitad de recorrer sus primeros años de otra manera.
Por Pablo Rebolledo Bañados
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