Disponible en Netflix
Mar 17 diciembre, 2019 - Diego Montanari
La playa como el contraste de libertad, y los protagonistas Alyssa y James viéndose envueltos en el peor lío de su viaje disparejo. Militares, una persecución por un homicidio y un camino que empezó como una travesura adolescente, terminó siendo el final con incertidumbre que muchas historias ansiarían tener. Con un disparo suelto en pantalla negra, pues muchos de los que conocieron The End Of The Fuck***ng World quedaron con ansiedad, esperando que la segunda temporada respondiese con más presupuesto en espectacularidades o momentos freaks. Pero de manera fiel, y sin querer romper moldes, pues en su conformidad, esta segunda parte es un constante análisis psicológico, que pretende cerrar ciclos con la inclusión de un personaje que ahora hará que los dos forajidos averiados se reencuentren años después del tiroteo ocurrido a las cercanías de la costa.
Como bien se menciona al comienzo, la historia no ahonda en el cómo se pudo haber representado la larga carrera que el protagonista pálido emprende en búsqueda de una salida de la muerte definitiva. Balas que le llegan, y que, en el proceso dramático, termina convirtiéndose en una de las sátiras de humor negro con la cual los guionistas nos acostumbraron desde la primera temporada. Esto, porque James, en su onírico intento de cerrar un capítulo con una postal perfecta de romance dispar, termina sobreviviendo y así mismo, empeorando su vida al estar al borde de perder la sensibilidad de sus piernas. Así mismo, la mamá de Alyssa busca que él nunca más se le acerque en la vida a su hija, en donde ella sigue desarrollando sus inseguridades, mezclándolas con su irreverencia y arrogancia, que de por si la siguen metiendo en enredos que ella ejecuta con intenciones egoístas. Tan así que la misma pelirroja termina casándose por necesidad a llenar un vacío que quedó después de tal evento.
Desde ese momento, en el que se trata alinear a una nueva persona con la misma rareza de los dos-e incluso más odiosa- con Bonnie, que llega a ser un tipo de cazadora fugitiva. A ella le quitaron lo que más amaba en su vida, le asesinaron a sangre fría a su novio, y de cierta manera los culpables son los mismos protagonistas. El spoiler acá podría entenderse de inmediato, pero la narrativa al entregar todos estos enlaces al inicio de la temporada, le termina quitando el factor sorpresa o insólito que la anterior tuvo en grandes rasgos. Las persecuciones terminan siendo más lentas y predecibles, pero con más profundidad en sus diálogos, eso buscando que el televidente ahora tienda a juzgar más fácil a sus protagonistas. Aún así, de un montón diálogos tiernos, con sus piscas de humor negro y algunos sucesos, se sirven de bandeja, mientras que otros son aciertos memorables con los cuales uno empatiza o sorprende.
Cosas positivas y negativas tiene en una mezcla de grandes tomas de dirección, buena ambientación con el soundtrack hecho por el maestro Graham Coxon, eso nunca fallará en la fusión de enfermedad mental adolescente de esta serie. Pero de alguna manera, el enfoque más interno siendo el principal protagonista de esta temporada, no fue utilizado para algo más complejo o decidor.
Si, todos quisieran saber cómo terminaba esto, y la forma se cambió totalmente a la que se pensaba, detalle el cual hizo muy interesante al inicio de los dos primeros capítulos, pero que en el camino se convirtió en una historia que necesitaba un final más o menos, conforme a lo que este arco es: una historia de amor, con la pareja más dispareja que Netflix pudo haber creado.
Por Pablo Rebolledo Bañados
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