Dirigida por Robert Egers
Sáb 15 febrero, 2020 - Diego Montanari
Los ojos bien abiertos frente a la pantalla, la saliva viajando entre la garganta y la laringe buscando un escape rápido, el cuerpo entero temblando del suspenso. Ver la nueva película del director Robert Egers conlleva sumergirse en la inspección psicológica y morbosa de una situación que podría más cercana a la realidad a cualquiera vertida en una película de terror convencional. Él tal vez toma el rasgo sobre explotado del gore, en otro sentido, no te muestra sangre explicita o algún asesino masacrando hasta la muerte a su víctima, pero de alguna manera meticulosa, quiere lograr que te sientas así, como un hachazo sangriento. Podría tratar de plantearlo de manera sencilla: no hay peor horror que el vivir en una mente atormentada.
La soledad entre medio del océano más salvaje y duro, en donde no tienes un lugar donde recrearte o crear ocio para la distracción del trabajo. No, solo un faro sofocante que aumenta su protagonismo por cada compás al cual va siendo expuesto, y dos marineros de distintas generaciones tratando de encontrar una relación de compañerismo, mientras alucinaciones de la mitología griega van siendo recreadas con espectros ensordecedores e ilustraciones grotescas de figuras usualmente mostradas de manera idealista. Ephraim Winslow (Robert Pattinson) y Thomas Wake (Willem Dafoe) van luchando consigo mismos, en una pelea de egos que no ayuda nada la estadía de ambos dentro del faro, muchas veces viéndose en la necesidad de intoxicarse de vicios para ser pasable-por lo menos- dos horas dentro de las densas noches que tienen sobrevivir.
Al abrir esa caja de Pandora que es tener la razón sobre quien manda, o quien debería hacer tales tareas menos agradables, pues relatos y mitos sobre criaturas y fauna marina comienzan a convertirse en pesadillas de una narración misteriosa. La jaula está rota, y es ahí mismo cuando como un animal fugitivo, la salvajería del asunto empieza a ser un problema que no bajará de su instinto.
Es una obra muy compleja que nos presenta escenarios sencillos físicamente, el faro y el océano básicamente, pero con lo poco que tiene, va creando mayores desenlaces y auras misteriosas, que se acercan a un final siempre impredecible y caótico. Se habló de que Dafoe y Pattinson nunca se hablaron fuera del set, solamente hasta terminada la filmación, principal razón por la que las escenas de enfrentamientos y monólogos están tan bien desarrolladas y actuadas. Tienes momentos de odio, de aires de grandeza, de existencialismo, egocentrismo asesino, y escenas perturbadoras como también exóticas. Todas potenciadas en blanco y negro, con tomas que juegan con la simetría en parámetros normales de la trama.
Este espiral hacia la locura es insano, y si fuese una recomendación personal, verla a solas es el mayor desafío, pues uno se percibe como un observador omnisciente, que sabe cada vez en detalle la oscuridad del pasado, presente y de las acciones futuras que desencadena en esta obra con tintes nihilista y mitológicos, con juegos de psicología dura y mucha violencia verbal como física. Claramente una película que se sostiene por saber menos, y que es mejor tenerlo así para disfrutar la experiencia.
Por Pablo Rebolledo Bañados.
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